lunes, 14 de marzo de 2011

ESPERANZA

Quizá sea un poco ingenuo por mi parte, pero creo sinceramente que el nuevo paradigma de la comunicación y la relación humana está pidiendo a gritos una liberación, y con ella una nueva sociabilización, a la que no somos capaces de responder coherentemente.
Nuestra sociedad moderna ha fundamentado todo su desarrollo y evolución en la defensa de la propiedad privada. Esto, que resulta relativamente fácil de legislar materialmente hablando, por tratarse de bienes tangibles y medibles, se convierte en un problema cuando tratamos con bienes culturales, sean de la naturaleza que sean. ¿Realmente podemos medir o cuantificar la densidad de un concierto, la intensidad de una canción, la intención de un cuadro, la diversidad de un libro, la expresividad de una fotografìa, el flujo de una obra de teatro, o la razón de ser de una película? Ni lo podemos medir en el creador ni cuantificar en el receptor, o viceversa. Por más que nos empeñemos en regularlo y valorarlo económicamente, estableciendo así, mal que bien, unos parámetros presuntamente objetivos, no ya solo la obra en si misma, sino sobretodo la particular relación que cada receptor establece con el creador y emisor, es un mundo en si mismo que escapa a cualquier intento foráneo de medición valoratiba por más que esta pretenda ejercer su función presuntamente sociabilizadora y liberal.
Quizá sea un poco precipitado por mi parte, pero creo sinceramente que el viejo paradigma de la supuesta contradicción humana está pidiendo a gritos una revisión a fondo, más allá de las voces interesadas en sentenciarlo como obsoleto y felizmente derrotado.
Nuestra visión histórica de la realidad se basa en supuestos saltos hacia adelante efectuados a lo largo de la misma, de los cuales el ultimo referente seria la caída del Muro. Esto, de echo, más que a un replanteamiento de las relaciones globales entre pueblos y gentes, sirvió para que Occidente reafirmara su condición de indiscutible lider. Con ello, lo que realmente ha acabado provocando internamente, es el establecimiento de una actitud acrítica, supuestamente justificada, dado el triunfo moral de sus planteamientos. I parece que nadie quiera darse cuenta de que a fin de cuentas, el "alma mater"de esta sociedad no es otra que la praxis historica defendida, entre otros muchos, por Marx. Y lo que es aún más paradójico, está praxis histórica , más allá del dialogo ricos-pobres, pretende justamente establecer un principio basico de valoración de todas las cosas fundamentado en la incontestable medición empírica de la materia.
Para no hacerme pesado, y "panfletario", a lo mejor lo que hace falta superar a través de la autocrítica que hoy por hoy nos falta no es otra cosa que este incontestable realismo de fondo, que pretende tener derecho a establecer lo que es conocimiento real, y con ello comunicación útil, o viceversa, que el orden de los factores no altera el producto. Quizá con ello, entonces, llegariamos incluso a entrever la posibilidad de que este liberalismo, dicho a si mismo capitalismo, tiene más de vacia retórica, que de humana satisfacción.
La sangre es vida. La sangre es buena. ¿Puede haber mayor gozo y satisfacción que compartirla en el arte de compartir la libre circulación que ella misma nos demanda?. Sí, es bueno, y muy sano, compartir la sangre que chupas! ¿O acaso podrías tu chuparla si otros no la liberarán?. Dejemos pues que circule libremente, y que otros así puedan beneficiarse libremente!!!
NewDracul. (Tu amigo del alma, aunque tu no lo sepas)

1 comentario:

  1. ¿Y si más allá de nuestras mentales proyecciones, se tratara más bien de la abierta oferta de reencuentro a una nueva dimensión donde la vida, y no la muerte, reine? ¿Y si hubiesen sido nuestros propios secretos miedos y silencios los que traidoramente urdieron leyendas espectrales donde había Historia y orquestaron una empírica leyenda donde nunca hubo ni habrá Historia.

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